En Archok nos gusta decir que un buen cubanito no se improvisa. Detrás de cada sabor que llega a tus manos, hay pruebas, errores, ajustes… y una que otra historia que solo se cuenta entre fábrica y fábrica.

Lo que nos hace distintos no es una receta secreta, sino la forma en la que combinamos sabores que rompen con lo clásico. Como nuestras galletitas de limón: un relleno ácido que contrasta perfecto con el chocolate. O ese cubanito de frutos del bosque con baño blanco que parece inventado para sorprender paladares curiosos.

Casi todos nuestros productos son aptos para veganos, y eso no es casualidad. Queremos que cualquiera pueda disfrutar sin preguntar. Pero tampoco hacemos sacrificios de sabor. Cada cubanito —de maní, almendras, marroc o limón— fue testeado hasta encontrar ese punto justo en el que todo encaja: la pasta cremosa, la oblea crocante y el chocolate justo.

La oblea, por cierto, tiene el tamaño ideal: el que te deja con ganas de otro, pero no te empalaga. Queremos que ese primer mordisco tenga crunch, que se mezcle todo en la boca, y que te quede esa sensación de "che, esto está bien pensado".

Y si hablamos de historias… tenemos una que marcó nuestro camino: empezamos vendiendo el clásico de clásicos, el cubanito con dulce de leche. Era obvio que tenía que estar. Pero el dulce de leche humedece la oblea con el tiempo, y empezamos a recibir devoluciones. Probamos todo: recetas nuevas, fórmulas, consultas con ingenieros en alimentos… pero nada funcionó. No estábamos dispuestos a entregar un producto que no estuviera a la altura. Así que hicimos lo impensado: lo sacamos del mercado. Porque la calidad no se negocia.

Desde entonces, cada nuevo sabor pasa por un testeo mucho más exigente. Lo probamos en distintos momentos, lo dejamos pasar el tiempo, lo damos a probar a distintos perfiles de personas. No queremos que gusten solo el primer día, queremos que gusten siempre.

Hoy, somos una marca que se va haciendo conocida de a poco. Apostamos al boca en boca. Porque si alguien te recomienda algo, es porque le gustó. Y si le gustó, es porque algo hicimos bien.

Sabemos que nuestros productos los eligen sobre todo jóvenes, entre 15 y 35 años. Los disfrutan en la vuelta a casa, en un rato de descanso, o incluso como un detalle para regalar. Y nos encanta cuando los prueban por primera vez, miran el packaging y sueltan un:
“Mmm... qué bueno está esto.”

 

Eso es lo que buscamos.
Y por eso, no hacemos cualquier cubanito. Hacemos Archok.